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Desde la ciudad de Jerusalén,
desde la ciudad bella y perfecta,
Dios deja ver su luz.
¡Ya viene nuestro Dios!
Pero no viene en silencio:
Delante de él viene un fuego
que todo lo destruye;
a su alrededor, ruge la tormenta.

Para juzgar a su pueblo,
Dios llama como testigos
al cielo y a la tierra.

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